Llamada a contribuciones: Auras pueblerinas. El retorno de/a lo pueblo en la cultura y las artes contemporáneas
Revista: Re-visiones nº 14, 2024
Editores: Rafael Sánchez-Mateos Paniagua y Olga Fernández López
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El folklore y las culturas populares han suscitado, en los últimos años y en el contexto peninsular, polémicos debates intelectuales y editoriales, creaciones contemporáneas, exposiciones, espectáculos o investigaciones. Se trataría de un retorno a lo pueblo, que entendemos aquí como una categoría estética y una dimensión de la experiencia y del conocimiento por los sentidos, y no exclusivamente como un sujeto ideológico y político, el pueblo, o una vuelta a lo rural. El sentido de este retorno no puede reducirse a un idealismo melancólico o un lirismo retrógrado, puesto que podría revelar o esconder cierta ansiedad por una ausencia, una pérdida o un trance acusado por un proceso de despueblamiento y desarraigo.
Pueblo es una noción problemática: nunca queda claro si se trata de los de abajo, de la plebe, de los trabajadores, de quienes viven en núcleos rurales apegados al campo o quienes en la ciudad hacen pueblo allí, si refiere a la cultura sin nombre, a las masas, la gente que llamamos corriente… Quizá por eso es un concepto sólo asumible como ausencia, desde su ambigüedad semántica y desde su conflictividad. De hecho, las culturas populares siempre han sido objeto de disputa política, alterizadas por quienes subrayan su ignorancia, su embrutecimiento, su catetismo o, al revés, ensalzadas por su encanto, su campechanismo, su ingenua sabiduría, su rebeldía o su sensibilidad poética. La latencia de esta ausencia, por tanto, no se corresponde con una destrucción acotada en el tiempo y puede que este no-existir del pueblo, este vacío o esta falta sea paradójicamente la condición necesaria para poder imaginarlo y recrearlo desde el arte. Por ello, lejos de cualquier fantasía de las esencias, esta convocatoria invita a reflexionar desde la mezcolanza, la pluralidad y la diversidad de fuerzas dispares y contradictorias que articulan las culturas populares tradicionales, donde se mezclan conversaciones e intercambios transregionales, transnacionales y transtemporales.
En este país, el proceso de despueblamiento material e inmaterial ha sido especialmente dramático y contradictorio. Sucesivas generaciones fueron incorporándose a las inercias del progreso, tanto en el contexto rural como en el urbano, dos dimensiones que lo pueblo atraviesa de forma transversal. Por su parte, el franquismo fue especialmente eficaz explotando narrativamente y desactivando los resortes políticos emancipadores de la expresión popular que caracterizó las prácticas culturales durante los años treinta del siglo pasado. Aunque los folkloristas, al poner las vidas y sus mundos circundantes en el centro, se anticiparon a estos agentes e instituciones del arte moderno en su preocupación por la interrelación entre la esfera económico-social y los procesos de activación colectiva de los imaginarios, se terminó aceptando que pueblerino era todo eso que había que abandonar para ser, por fin, modernos y prosperar.
Paradójicamente y a la vez que producía esta destrucción, las culturas populares fueron fetichizadas y patrimonializadas bajo distintas formas de mercancía académica, artística y turística. Lo cierto es que el folklore también es, desde su articulación en el XIX, además de una toma de conciencia del fin de unas culturas, el juguete que las élites de todo signo e ideología anhelan, manipulan e instrumentalizan con distintos fines, bien reaccionarios o bien emancipadores y ha servido tanto como fundamento identitario del nacionalismo más recalcitrante, como depósito narrativo del espíritu rebelde y transformador. Como ejemplo de esto último, podemos citar los hilos de (dis)continuidad con ese pueblo desaparecido y colonizado que se entretejieron durante el conflictivo y utópico periodo transicional, afectando a los mundos y vidas de la llamada contracultura. Estos hilos fueron fraguados en una problemática, pero fructífera, mezcla de ciudad y campo, de élites, clases trabajadoras y subalternidad, de donde surgieron, como de una masa madre, nuevas formas de imaginación, agenciamiento y modernidad social.
En una carta de 1932 Benjamin le cuenta a Scholem sus impresiones sobre Ibiza: “Tres sillas junto al muro de la habitación frente a la entrada se ofrecen al extraño con la confianza y seguridad que darían tres ‘Cranachs’ o ‘Gauguins’ colgados en la pared; un sombrero sobre el respaldo de una silla es más imponente que la más costosa tapicería”. Hoy en día los objetos culturales de pueblo –sus voces, sus sones y gestos – se nos aparecen rodeados de una misteriosa dimensión aurática, de un cerco de lejanía, que produce una inquietud estética e interroga nuestro presente. De modo que es yendo a contrapelo, anacrónicamente y dialectizando el ritmo del supuesto progreso, cuando acaso pueda alcanzarse una verdadera contemporaneidad.
Para ello proponemos acercarnos a la tradición no como un fósil esencial y vernáculo, que requiere ser conservado y patrimonializado, sino como un motivo de experimentación formal y de inspiración ética. Pero también como un depósito, no solo de memoria, saber y sensibilidad, que despierta historias silenciadas o desatendidas por la historia en mayúsculas, sino también de criticidad e imaginación social: un fermento que podría ayudarnos a orientarnos en el presente y el futuro. A estas alturas del capitaloceno sabemos que hay revoluciones – las del progreso técnico, las del trabajo, las económicas– que resultan conservadoras del poder de las élites y reaccionarias, en tanto que refuerzan los poderes hegemónicos. Por el contrario, hay conservaciones –de culturas populares, memorias por abajo y saberes subalternos– que pueden ser revolucionarias y emancipadoras. Es por eso que es necesario el reencuentro con el extraño brillo de estos objetos, voces y gestos menores que nos ofrecen una valiosa oportunidad de conocer el presente de las cosas pasadas, el presente de las cosas presentes y el presente de las cosas futuras.
Así pues, este número de Re-visiones pretende reunir contribuciones –artículos académicos, ensayos y propuestas desde las metodologías artísticas– que exploren experiencias desde cualquier disciplina artístico-cultural y que reflexionen sobre la dimensión de lo pueblo en lo contemporáneo o el sentido contemporáneo de lo pueblo. Entre las líneas de acercamiento al tema podemos señalar:
- Conflictividades y complicidades entre la tradición/conservación, progreso/modernización y rural/urbano en el marco de las prácticas artísticas y culturales contemporáneas.
- Objetologías, subjetividades y memorias. Mundos de lo pueblo y patrimonio material e inmaterial crítico.
- Tensiones político-institucionales con los archivos de lo pueblo. Exclusiones, instrumentalizaciones, apropiaciones, colonizaciones y violencias.
- Epistemologías de lo pueblo: intersecciones entre el folklore especulativo y ecosocial y las artes populares tradicionales.
- Biopolíticas, corporalidades y gestualidades de pueblo. Memorias feministas y queer.
- Aproximaciones críticas a los museos de artes populares, museografías y colecciones etnográficas.
- Públicos, experiencia estética y mediación de la cultura material/inmaterial popular.
- Prácticas artísticas en torno a la fiesta popular: nuevos enfoques desde la estética, la historia del arte, la historia y la crítica cultural.